Entresemana

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  • Elecciones y nepotismo en la era López
  • Por Moisés Sánchez Limón

RedFinancieraMX

Contra la conclusión de Luis Carlos Ugalde Ramírez, ex consejero presidente de lo que fue el IFE que se ha distinguido por sus análisis en materia electoral, Morena no fue el gran triunfador ni, verdad de Perogrullo, el PRI el gran perdedor en los comicios del pasado domingo, como lo refiere en entrevista concedida a la colega Elizabeth Rodríguez Mora, reportera de la agencia Notimex.

De acuerdo con la nota publicada ayer, “(…) Luis Carlos Ugalde Ramírez afirmó que la novedad de las elecciones de este domingo en seis estados del país, sobre todo en Baja California y Puebla, es el triunfo contundente de Morena, mientras que el gran perdedor es el PRI”.

Y, acota la nota informativa que, “en entrevista con Notimex, el ahora consultor indicó que ya era previsible el triunfo de Morena, “contundente en Baja California y Puebla”.

Además, puntualiza, “Otra idea que se desprende de estos comicios en Aguascalientes, Baja California, Durango, Tamaulipas, Quintana Roo y Puebla, es el efecto “arrastre López Obrador, más que Morena”.

Mire usted, se podrá o no estar de acuerdo con Luis Carlos Ugalde pero, el ahora consultor soslaya un punto fundamental cuando habla de la novedad del triunfo de Morena en Baja California y Puebla, y califica al PRI como el gran perdedor pero no alude al factor abstencionismo, el que resta legitimidad a los triunfos que, finalmente, pueden considerarse pírricos.

¿Por qué? Lamentablemente se ha manoseado con perversa condición que deja a salvo estancos de poder partidista y de grupos caciquiles, la necesidad de legislar, ahora que está de moda, en parlamento abierto el tema de la segunda vuelta electoral. Y también revisar al sistema de partidos que paulatinamente se desgasta en el descrédito que entraña herrumbre.

Porque, sin duda alguna, el insultante abstencionismo que en algunas localidades donde se eligió a alcaldes y regidores llegó a 80 por ciento, no habla de una sociedad contenta con sus gobiernos, es decir, ni el municipal ni el estatal y menos federal.

¿Es legítimo ganar con 20 por ciento de la lista nominal de ciudadanos? Sí, invocarán los puristas de la democracia a secas y en abono de los practicantes de la democracia vertical, como el licenciado Andrés Manuel López Obrador, porque en una contienda la diferencia la hace un voto.

Y tienen razón.

Pero en las condiciones de crispación social en que se encuentra la sociedad mexicana, con los poderes fácticos que desarman a militares y los humillan o se apoderan de localidades enteras y deambulan armados, sin temor alguno, en zonas pobladas, en ausencia de gobernabilidad o en la praxis del dejar hacer dejar pasar, que permite que miles de taxistas asfixien a la capital del país, ir a las urnas a elegir a quienes están bajo sospecha de no ser precisamente ciudadanos sin mácula, como que no se antojó el domingo último.

¿Por qué no se desbordó el electorado hacia las urnas? Porque, aun cuando los candidatos de Morena hayan ganado y los del PRI se hayan ido al cuarto sitio, lo evidente es que la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, si es una condición como la referida por Luis Carlos Ugalde, se decanta, se desgasta. Seamos serios y puntuales, sin piel sensible ni proclividad a hablar bien del que paga líneas discursivas o mensajes disfrazados de entrevista banquetera.

El PRI, en efecto, no tenía nada que perder ni ganar, si está inmerso en buscar la identidad perdida y en elegir a un dirigente despojado de sospechas de alianzas perversas. La participación del PRI en los comicios del domingo último fue como una de las tantas apuestas que hará para no perder e registro. ¿Obtuvo un puñado de votos? Bueno, por lo menos mantiene el registro.

Pero el PRI, como Morena y el resto de los ocho partidos políticos representados en el Congreso de la Unión están obligados a repensar estatutos y hasta el modo de andar porque, digamos que en el caso de Morena pesó el factor AMLO, pero no en el porcentaje que impacte y avasalle. Y esperemos al gobierno de los elegidos.

¿No los conmueve el abstencionismo? Niveles que oscilaron entre 60 y 80 por ciento de ausencia de electores registrados en la lista nominal, no pueden ser considerados como normales porque se haya tratado de elecciones locales. ¿Serán legítimos Luis Miguel Barbosa y Jaime Bonilla? ¿Tienen calidad moral para decir que triunfaron contundentemente cuando siete de cada diez poblanos y californianos no votó por ellos? Conste.

El memorándum nuestro de cada día

¿Recuerda usted que cuando jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador gobernó con bandos y le importó un pito lo que determinara la Asamblea Legislativa?

Bueno, pues este lunes recetó uno más de sus memorandos, éste para dejar claro que no se permitirán el nepotismo ni el amiguismo en su administración.

Anunció que en breve publicará un “Memorándum” para prohibir prácticas de ese tipo y que a todos les quede claro: “nada de que somos amigos, que somos compañeros de lucha y llevamos muchos años juntos”.

No olvidemos que, al arranque de su administración, en entrevista al diario español El País, Enrique Peña Nieto sostuvo que el Presidente no tiene amigos. Y mire usted que, al poco tiempo, vino el mentís en los altos mandos de su gabinete.

¿No era su amigo Luis Videgaray? ¿No lo es Emilio Lozoya Austin? Y, bueno, la lista es larga en las grandes ligas de la era peñanietista.

Y de atender a este memo que publicará el licenciado López Obrador, entonces vale preguntar con quiénes gobernará, porque prácticamente todo su equipo es de amigotes. Y, en esos estratos del poder hay apellidos que se repiten en cargos de primer nivel. Cuestión de rascarle un poco, muy poco. Este tema tiene mucha tela de dónde cortar, aunque el licenciado dirá que tiene otros datos. Digo.

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