Se comenta solo con…

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  • Liderazgo
  • Por Carlos ramos padilla

RedFinancieraMX

 

Estar en la silla presidencial mexicana va más allá que ser un Presidente temporal, es promoverse como estadista y como líder. Al hablar del Presidente de los Estados Unidos, todos se refieran a su investidura como el máximo líder del mundo libre.

 

Aquí en México, hemos vivido momentos en que el Ejecutivo Federal nos lleva al límite de ser los líderes de América Latina.

 

Hoy estamos muy lejos de ello, lamentablemente. Enaltecer la figura de Presidente es marcar senderos dignos de establecer cambios sustanciales y concretos en beneficio no únicamente de grupos vulnerables, sino de toda la sociedad. Es tener como meta reducir hasta los posibles los índices de pobreza pero al parcelarlos incentivar a todos aquellos que con esfuerzo y talento logran éxitos y renombre.

 

Todo aquel que va en la riqueza debe tener conciencia de un tejido social que le demanda recompensas. No es arrebatar, no significa menospreciar y menos castigar. Aquel que triunfa tiene la obligación de extender la mano a aquel que lo necesita y así todos subir escalones en la economía.

 

De nada sirve proponer que todos seamos pobres para combatir a los que algo tienen. México tiene todo para sobresalir entre las economías emergentes, pero no es a través de acusar a otros, de girar al pasado, denunciar su pruebas o radicalizar al pueblo. Servir condecora y engrandece a quien vigila que los recursos de la nación sean bien aplicados, sin clasismos, sin revanchas, sin propósitos de popularidad o electorales.

 

La nación vale mucho más que eso. Hoy que el mundo se dispone a romper fronteras, quebrar sistemas económicos, formular esquemas distintos de comercio, resolver conflictos de migración, derrotar a la pobreza, la marginación y la violencia, merece líderes sensatos, con escrúpulos, con definiciones y estrategias. Los reacomodos naturales de un nuevo gobierno tendrán que alcanzar, incluso en el discurso, enganches a la unidad, a la confianza, a la dinámica de generar progreso, de denunciar todos a los corruptos y mentirosos y de construir caminos seguros. Parece un ideal, pero muchos mexicanos aún no pueden contar, hablar del Milagro Mexicano, de las hazañas de triunfo, del aplauso que recibía cada mexicano al visitar otras geografías. El escándalo no nos lleva más que a la incertidumbre, al caos. El Gobierno debe ejemplificar con sus actos su responsabilidad constitucional de cumplir las leyes y presentar como tarjeta de identidad la honestidad, algo así como cuando valía la “palabra de honor”. Quisiéramos contar muchos la versión de que México es punta de lanza, ejemplo, líder, esquema a seguir, no como dijera Juan Carlos Galán, candidato presidencial asesinado en Colombia por Pablo Escobar Gaviria, “deseo que cuando un colombiano presente su pasaporte en el mundo no sea identificado como narcotraficante”.

 

En verdad en el mundo quieren y respetan al mexicano, a nosotros, pero somos aquí en casa los que estamos día a día deteriorando nuestra imagen y dañando nuestro futuro y no alcanzamos a comprender por estar defendiendo a políticos sucios, mentirosos y cobardes.

 

 

Ojalá que cuando despertemos no estemos muy, pero muy rebasados, porque entonces ni a quién reclamarle.