- De Octavio Raziel
- Infierno ¿dónde estás?
RedFinancieraMX
“No me mueve mi dios para quererte
El cielo que me tienes prometido
Ni me mueve el infierno tan temido
Para dejar por ello de ofenderte”
Oración franciscana (Frag.)
Alberto, que no cree ni en la paz de los sepulcros, decidió, como Dante, bajar a los infiernos. Son éstos el final del mortal que llega a expiar sus culpas; sobre todo aquel que no supo lamentarse de sus pecados en el último momento
Es sabido que quien se arrepiente de sus malas obras, así sea un segundo antes de su muerte, será perdonado de todos sus errores.
Se cuenta que Beethoven, en su lecho de muerte, cuando su asistente le preguntó si aceptaría se le impartiera los Santos óleos, el compositor le espetó a quien le hizo la propuesta:
– ¡Estúpido! en el infierno también aprecian mi música.
Los infiernos, a través de la historia, han sido el lugar que ha permitido a religiones y gobiernos el chantaje y la sumisión de los pueblos.
Las religiones, de alguna manera, se han construido su infierno. Los musulmanes como los cristianos ubican este lugar en el interior de la tierra. La palabra infierno proviene del latín infernun, esto es: inferior. En el judaísmo, en sus inicios, se creía en sche’óhl, un lugar sombrío a donde eran enviados todos aquellos que morían. Luego fue el Gueinom, donde no hay demonios y tridentes, y no es para siempre.
Las religiones prehispánicas tenían también sus lugares de castigo, como el Mictlan entre los mexicas. En el caso de las culturas orientales, también existen esos lugares de oscuridad con demonios y otros moradores, como dragones y zoomorfas horripilantes,
Rimbaud mantuvo con Verlaine una apasionada relación homosexual de la que nació su gran obra “Una temporada en el infierno”, escrita en 1873. “Yo creo en el infierno, entonces estoy en él” decía cuando se le criticaba por su relación, y añadía que la moral es la debilidad del cerebro.
Así como los sacerdotes egipcios utilizaron toda su sabiduría para mantener una religión politeísta (Amon) contra el propósito del monoteísta faraón Akenaton (el dios único: Atón), los clérigos de otras religiones y otras latitudes insisten en agregar cada día nuevos fetiches al almanaque.
Los musulmanes no se quedan atrás y advierten que “para los infieles hemos preparado cadenas, argollas y fuego del infierno” (Corán 76 4). Esto es: se irán al “jahannam”, o al “an-nar” (el fuego), al “al-jahim” (lugar caliente) o a la “sa’ir” (llama).
Las nuevas iglesias cristianas (sectas, dicen algunos) con mayor fuerza ponen a los infiernos como medida coercitiva. El uso de la numerología (666 o el 7 del 77 del 777) y el anuncio de la segunda venida de Cristo acompañada del fin del mundo, pone carne de gallina a los que se la creen.
La presión psicológica sobre las familias y diversas amenazas impiden la salida de los adeptos a estas sectas. Así, el que entra, como en las mafias, sólo muerto tiene escapatoria.
Pese a que algunos dirigentes han sido acusados de delitos graves (pederastia el de La luz del Mundo; fraude el de Deje de Sufrir, violaciones, asesinatos de quienes quieren evadirlos, etc.) está incrementándose el número de sus seguidores.
Cómo son posibles estas multitudinarias manifestaciones después de toda la riada de maldades, torturas, hogueras, imposición de la cruz a sangre y fuego, matanza de millones de indígenas en México, Yucatán, Suramérica (el Holocausto indígena), incestos papales, crímenes en el nombre de Dios, pederastia, etcétera.
La respuesta es que siempre hay un as bajo la manga: el Infierno.
Gracias al terror al más allá, la gente sencilla se doblega y acepta el enorme poder que tienen los dirigentes religiosos de todas las creencias sobre los mortales.
Esa carta marcada será la que prevalezca al final.
Tal vez quienes se salven de ir a estos ardientes y dolorosos castigos sean los extraterrestres pues no hay evidencia de que tengan acceso a los avernos.
Después de mucho buscar y sesudas disquisiciones, cavilaciones, abstracciones, inquietudes y preocupaciones sobre los infiernos, Alberto llegó a la conclusión de que los únicos que ha conocido y donde abundaban mujeres diabólicas y hombres protervos, fueron los de un antro de mala muerte que ese nombre tenía y que un buen día las autoridades de la ciudad lo clausuraron para siempre.
Por mi se va a la ciudad doliente
Por mi se va al dolor eterno…
Quienes entren, perded toda esperanza
Per me si va nella città dolente,
per me si va nell’eterno dolore…
Lasciate ogni speranza voi ch’intrate
Puerta del infierno de Dante