La costumbre del poder  

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  • La educación olvidada
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

Creo, como Guillermo Hurtado, que el meollo está en regresar a las humanidades, a la posibilidad de vernos a los ojos más allá de los beneficios del tiempo real. No somos máquinas ni éstas, nunca, serán apéndices de la razón, del espíritu, cuya obligación perpetua es pensar

Siempre tuve mis dudas sobre la sagacidad natural e inteligencia política de Esteban Moctezuma Barragán. El camino andado de la contra reforma educativa demuestra que mi percepción no era errónea. ¿Por qué?

La deducción es simple y se reduce a procurar dar respuesta adecuada a una única pregunta: ¿qué queremos ser como mexicanos? La educación es la piedra angular para el desarrollo de la nación. Hay aciertos notables; el concepto educativo vertido en el artículo tercero constitucional originario, nunca debió sufrir las reformas que trastocaron el futuro del país. A la hora de la verdad las autoridades educativas confunden instruir con educar, y se pliegan a las exigencias de un modelo político totalmente distanciado de las humanidades, salvo el breve empeño de José Vasconcelos.

Fue hasta septiembre de 1977 que escuché el mejor proyecto de modelo educativo jamás diseñado para México. Lo conceptuó y realizó un notable equipo de mexicanos conjuntado por Porfirio Muñoz Ledo; tan extraordinario fue lo escuchado por José López Portillo, que su entorno se atemorizó -notoriamente Rosa Luz Alegría- y sólo recuperó la tranquilidad con la defenestración del entonces secretario de Educación Pública. Años más tarde, en íntimo coloquio, JLP reconoció a PML que se dejó engañar.

Fernando Solana Morales guardó en el cuatro de los trebejos ese proyecto, y desde entonces la educación en México no agarra el tranco ni perfila el concepto, y abandona las humanidades. En dos o tres texto para La razón, Guillermo Hurtado, doctor en filosofía, investigador y maestro en la UNAM, plantea la necesidad de recuperar las humanidades, para educar y no solamente instruir. En asuntos de lenguaje y razón, estudiar griego y latín equivale a iniciarse en las matemáticas con el álgebra y la trigonometría. Es ir al origen de la luz, a la exigencia de satisfacer las necesidades de la lógica antes de precipitarse y decidir.

Espero equivocarme, pero creo que Esteban Moctezuma ni siquiera consideró conversar con Porfirio Muñoz Ledo, mucho menos en solicitar al Archivo General de la Nación un ejemplar de su Plan Educativo. Sobre esa ignorancia, habrá de resolver las exigencias de la CNTE y los reclamos de la sociedad, que de todas maneras no debieran crecer, porque jodidos-jodidos, los estudiantes y pasantes mexicanos ganan primeros lugares en las competencias internacionales sobre conocimiento.

Creo, como Guillermo Hurtado, que el meollo está en regresar a las humanidades, a la posibilidad de vernos a los ojos más allá de los beneficios del tiempo real. No somos máquinas ni éstas, nunca, serán apéndices de la razón, del espíritu, cuya obligación perpetua es pensar.

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