Singladura

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  •  Reedición: país salvaje
  • Por Roberto Cienfuegos

RedFinancieraMX

El 16 de mayo pasado publiqué en este mismo espacio: “Salvo lamentos casi por todos lados, casi nada ocurre cada vez que matan a un periodista en México, un país inmerso de manera profunda en el salvajismo aun y cuando se niegue, y peor aún la fuerza de la costumbre se imponga en forma creciente entre un número mayor de mexicanos, sean éstos gobernados o gobernantes. Uno más ¿Qué importa? Si acaso a los deudos de la víctima como acaba de pasar en Tabasco con el periodista Juan Carlos Huerta, de 45 años”.

La víspera, se dio a conocer el asesinato del periodista Santiago Barroso Alfaro, de 48 años, tres años más que su colega Huerta, también ultimado a balazos en la capital tabasqueña. Barroso Alfaro fue acribillado en su casa, al abrir él mismo la puerta de su domicilio en San Luis Río Colorado, el viernes último. Cuatro disparos de bala le arrebataron la vida.

Y, de nueva cuenta, el gobierno que ahora encabeza Andrés Manuel López Obrador, ofreció lo mismo que hizo el de Peña Nieto: “Es lamentable lo que está pasando en esos atentados contra la libertad de expresión y el ejercicio de la libertad periodística”, dijo Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación.

“Nosotros vamos a dar las garantías, junto con los gobiernos estatales, para esclarecer estos hechos tan lamentables”, refrendó Encinas. Listo. Lamentos y promesas, hoy como ayer.

Encinas dijo que suman seis los periodistas asesinados en lo que va del gobierno de López Obrador.

De igual forma, el secretario de Seguridad Pública federal, Alfonso Durazo, publicó en Twitter: “Expreso mi más sentido pésame por el asesinato del periodista Santiago Barroso en San Luis Río Colorado, Sonora, y manifiesto a las autoridades locales la plena disposición de la @SSPCMexico para colaborar en la investigación correspondiente”. Más de lo mismo.

El pasado 16 de febrero, también en Sonora, los periodistas Reynaldo López y Carlos Cota fueron atacados por un grupo de sicarios en Hermosillo; uno de ellos falleció y la fiscalía arrestó a cinco presuntos responsables, quienes señalaron que confundieron el vehículo que abordaban los comunicadores.

Repetiré lo que dije en mayo de 2018 en este mismo espacio: “ya casi nadie se inmuta en el país del asesinato a balazos, como en el caso aludido, de un periodista (Huerta, o Barroso Alfaro, en cualquier caso es lo mismo).

Incluso y con aires de sobrada suficiencia moral se mata con la palabra, o la conseja al indicar o sugerir la tesis popular y corriente de que en algo raro o ilícito debió estar incursa la víctima para recibir semejante castigo. Si lo mataron es casi casi porque se lo merecía, sugiere o propone como explicación la vox populi o el responsable directo de impedir este tipo de hechos, y por supuesto de castigarlos de manera expedita como única fórmula contra la repetición y la impunidad que llega aparejada en casi todos los asesinatos de periodistas registrados en el país durante los últimos años.

A Juan Carlos Huerta lo asesinaron cuando salía de su domicilio en la ciudad de Villahermosa. Hombres armados llegaron a bordo de dos vehículos, le obstaculizaron el paso y abrieron fuego. En segundos le quitaron la vida. Simple, tanto como atroz.

Arturo Núñez Jiménez, gobernador de Tabasco, confirmó el asesinato de Huerta, lamentó los hechos y prometió una investigación, el ritual aconsejado, aun sin futuro, para enfrentar ante la opinión pública estos casos. Pero después, no pasa nada, salvo que se repiten hechos aciagos.

El promedio de estos crímenes revela un caso mensual. Este año (2018), mes quinto, suman cuatro las ejecuciones de periodistas.

Un registro público tomado de La Jornada recuerda que apenas el 6 de enero pasado fue asesinado José Gerardo Martínez Arriaga, editor de la agencia de noticias de El Universal.

Siete días más tarde, Carlos Domínguez Rodríguez, de 77 años, del Diario de Nuevo Laredo, corrió igual suerte al recibir 21 puñaladas en esa localidad fronteriza.

Leobardo Vázquez Atzin, quien durante años trabajó para el periódico La Opinión, y tenía un portal de noticias llamado Enlace Gutiérrez Zamora, murió asesinado en marzo.

El saldo fatal en los últimos cinco años y cinco meses (mayo de 2018) es de 43 periodistas y trabajadores de medios asesinados.

En 2017 fueron asesinados 12 periodistas, según Amnistía Internacional, que indicó que en ese año la violencia extrema aumentó en todo México.

El asesinato de Huerta coincidió con el primer aniversario del ataque armado que costó la vida de Javier Valdéz, el periodista sinaloense abatido en las calles de Culiacán.

¿A quién le preocupa? Y como en una tabla aritmética no es difícil advertir que conforme crezca el desdén, en la misma proporción, se multiplicarán los crímenes. Es la norma proporcional”.

Añado: bajo el gobierno de López Obrador suman seis los asesinatos de periodistas. ¿Y qué ha pasado? Con excepción de los asesinatos, nada. No, corrijo: lamentos y promesas. Más de lo mismo.

ro.cienfuegos@gmail.com