La vida como es…

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  • De Octavio Raziel

RedFinancieraMX

Los teóricos de los antiguos astronautas han dicho que…

La NASA ha creado la habitación más silenciosa del mundo; absorbe el 99.99% de los sonidos y hasta un Premio Guinness se ha ganado. El tiempo máximo que nadie ha logrado permanecer en ella son 45 minutos, aunque a la media hora refieren haber tenido alucinaciones y síntomas de enajenación mental.

En esa habitación, se sabe, se pueden escuchar los sonidos del corazón con mucha fuerza, el sonido de la sangre circulando por las venas, el aire que pasa por los pulmones y los sonidos en el propio oído.

Enfrentarnos al silencio no es fácil; pero, en el mundo que nos ha tocado vivir, encontrarlo, tampoco. A los mayores nos tocó la oportunidad de huir a la montaña, a las playas y, hasta a los conventos para lograr aislarnos del ruido. Los adolescentes de hoy no saben lo que es el silencio; no porque no lo deseen, sino que su vida es un ruido constante a su alrededor. Vivirán hiperconectados de por vida.

En algunos países se han iniciado, con gran éxito, las excursiones del silencio –todo un lujo- que incluyen: lectura silenciosa, cenas silenciosas, citas silenciosas y obvio, el abandono temporal de las redes.

En alguna ocasión, el Papa Emérito Benedicto XVI convocó a los católicos a la práctica de un ayuno no sólo del cuerpo, sino de las palabras y de las imágenes “ya que necesitamos –dijo- un poco de silencio, un espacio sin el bombardeo constante de las imágenes”.

San Compadre se ha impuesto el San Lunes, día de la semana en que no revisa feis, guas, imeils; tampoco enciende la TV (sólo, en ocasiones, para oír música) o la radio. Tampoco contesta llamadas telefónicas.

Nuestro mundo está inmerso en un bombardeo acústico, visual, mental; además de demasiada información bullendo simultáneamente. No podemos vivir sin ruido; el que sea, pero que desde que abramos los ojos nuestro siguiente sentido sea el del oído esperando el sonido de la radio, la televisión o las redes sociales. El terminar del día, es con el bombardeo de los comentaristas de radio o televisión, que en menos de un minuto nos mantienen “informados” sobre el acontecer en el mundo; música y/o series que han invadido los medios electrónicos.

Todo lo anterior es el resultado de la huida de nosotros mismos, la huida del silencio. Las nuevas generaciones han sido educadas para que el estilo de vida moderno les inquiete, frustre y le lleve a la soledad y la tristeza; por ello, necesitan ruido. Los teléfonos celulares, aparentemente, nos ayudan a mantenernos conectados con los demás; pero la realidad es la forma de ocultar nuestra soledad. Algunos tienen registrados a cientos o miles de “amigos”, muchos de los cuales no han visto en años o son “amigos” de otros “amigos”, sin ninguna relación personal.

La gente ha perdido la capacidad de lectura; cambian dos párrafos por una lectura de, tal vez, una página; mensajes de 120 palabras, por una plática cara a cara. La deshumanización y el ruido continuo se les inculca a los niños, que así siguen hasta la madurez, y en un descuido, hasta su muerte.

Las actuales generaciones tienen miedo al silencio. Será porque, como dice un proverbio judío: “Hay que guardarse bien de un agua silenciosa, de un perro silencioso y de un enemigo silencioso”.

Sobre la frase que antecede a este artículo, les confieso que no sé qué signifique; pero supongo que nada.