Fueron vigilados en México los libaneses con negocios boyantes

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  • Algunos vendían ropa a las tropas revolucionarias
  • Por Norma L. Vázquez Alanís/(Segunda de tres partes)

 RedFinancieraMX

Con el transcurrir de los años comenzaron a aparecer los negocios de inmigrantes libaneses en el centro de la Ciudad de México, tales como restaurantes, hoteles, cafés e incluso ya había anuncios con leyendas como: ‘Yo tomo café de Coatepec estilo árabe, en la calle de Jesús María número 129’, expuso el doctor Carlos Martínez Assad en el ciclo de conferencias ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), de la Fundación Carlos Slim.

El hecho de que una población de origen extranjero comenzara a establecer negocios prósperos, provocó que el gobierno ejerciera vigilancia mediante sus agentes, gracias a lo cual ahora pueden saberse muchos de los problemas que debían sortear los inmigrantes libaneses, comentó también quien es doctor en Sociología Política por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad Sorbona de París, Francia.

Así se descubrió un caso de estafa. En la calle de Independencia número 44, un judío prestaba dinero sobre prendas al 30 por ciento mensual y un inspector que le seguía los pasos tuvo que viajar hasta el puerto de Veracruz, donde esa persona se presentaba como vendedor ambulante que a veces se decía italiano y otras sirio-libanés, y hasta llegó a mencionar Constantinopla como su lugar de nacimiento. Fue denunciado por varias estafas y solo después de nueve años fue obligado a salir del país hacia Turquía.

Uno de los sitios de encuentro de los inmigrantes libaneses llamado ‘El Casino Centro Libanés’, ubicado en la calle Correo Mayor número 52, fue particularmente vigilado por las autoridades y uno de sus agentes informaba que “el propietario, que era obviamente libanés, tenía una licencia para la venta de vinos, licores y cerveza expedida por el Departamento Central (y) que el centro de recreo contaba en esa fecha con 125 socios”. Al respecto, según el conferencista una cosa era que hubiera socios, y otra que consideraran al lugar como un centro dedicado a la delincuencia, “porque no parece que ese fuera el caso”.

El agente continuaba así su informe: “todos los que asisten ahí son de nacionalidad sirio-libanesa (esa nacionalidad no existe, precisó Martínez Assad) y tienen asignada una cuota de dos pesos mensuales; asiduamente concurren a los salones de este centro a jugar dominó, dados y pako, está atendido por cuatro empleados, dos hombres y dos mujeres”.

También describió cómo era el local, donde había “como 20 pequeñas mesas que ocupan sus socios para los juegos de azar”. Es decir, no había nada delictivo en lo narrado por el agente, pero era necesario vigilar a los extranjeros, comentó el también autor de numerosos libros sobre la inmigración libanesa a México.

Y aun cuando en su informe agregó que la bebida favorita de los socios era el café, que tomaban “a toda hora”, en su visita de inspección el agente “exigió que le fueran mostrados los recibos de pago de las distintas contribuciones y licencias que ocasionaba este casino, es decir, esta es la parte burocrática que sabemos que siempre hay”, dijo Martínez Assad, quien dijo haber omitido el nombre completo de dicho agente, “porque sus descendientes están vivos”.

Pero esos inspectores, que fueron a su vez investigados por académicos gracias a un proyecto convocado por la doctora en Historia Delia Salazar, tenían como misión vigilar a los libaneses. “Seguramente lo que llamaba la atención de las autoridades, fue que muchos de los inmigrantes libaneses y de otras nacionalidades podían llegar inicialmente al sitio donde ya hubiera otras familias de paisanos mientras se ubicaban y decidían a dónde podían irse a vivir”, apuntó Martínez Assad.

Un caso fue citado por un memorándum oficial, referido a un inmueble en la calle de Uruguay número 158, donde había varias viviendas sobrepobladas, con alrededor de 20 personas, y además con los visitantes siempre había gran movimiento; allí, la viuda de un libanés vivía con nueve hijos y la viuda de un judío con tres.

Según el ponente, el agente omitió que en la misma vecindad había una familia armenia, es decir, que allí convivían armenios, judíos y libaneses. El agente señaló que “unos eran de nacionalidad árabe y otros de nacionalidad libanesa, lo cual revela que evidentemente no había ningún criterio para definir las nacionalidades”.

Libaneses en la Revolución Mexicana

En otra parte de su informe, el mismo agente anunciaba sobre una propaganda revolucionaria aparecida en Veracruz y atribuida a varios de estos “sirio-libaneses”. Martínez Assad dijo al respecto que muchos de los grupos de inmigrantes se fueron acercando a las diferentes facciones revolucionarias; hubo estadounidenses que se vincularon con los ejércitos del norte, pero los libaneses participaron mucho en las acciones que tuvieron lugar en Chiapas, Veracruz y Oaxaca.

Fueron detectados por quienes convocó la historiadora Salazar, nombres de libaneses que tuvieron correspondencia con el general Guadalupe Sánchez, uno de los líderes rebeldes de Veracruz, y también tenían relaciones con el general Cándido Aguilar y con Julio Sabines, quien emigró del pueblo de Sargbine -del cual deriva su apellido-, en Líbano, y después de estar en Cuba se estableció en México en 1904 y llegó a Chiapas en 1914 con la división 21 de filiación carrancista. Otros libaneses solamente se acercaban a los revolucionarios para venderles ropa, explicó Martínez Assad, quien fue galardonado en 2005 con la presea ‘Vito Alessio Robles al Mérito Histórico’.

Se presentaron muchos litigios ante el consulado francés en México -dado que los libaneses estaban entonces bajo la protección de Francia- por los saqueos de negocios por parte de los revolucionarios, aunque nunca se supo realmente de qué grupo de alzados se trataba, pues era muy difícil determinar si eran carrancistas, villistas o zapatistas; los carrancistas tuvieron fama de dedicarse a asaltar las casas-habitación.

Así, los libaneses que se sintieron muy afectados comenzaron a presentar demandas para que les fueran restituidas sus pérdidas, es decir, que el gobierno mexicano les pagara sus bienes, pero todas las negociaciones se llevaron a cabo a través de las autoridades francesas en México.

Empero, después de haber consultado cientos de documentos de este tipo, Martínez Assad determinó que en ningún caso el gobierno mexicano falló a favor de los demandantes. En la comisión encargada de saber hasta dónde eran reales las demandas y cuáles habían sido las afectaciones, figuraban como directivos los señores Julián Slim, libanés, y Emilio Smeke, judío.

Ellos decidían si las demandas estaban bien presentadas, así que todos los inmigrantes tanto libaneses como seguramente sirios, palestinos y judíos que formulaban demandas, estaban en manos de ellos. Slim y Smeke se peleaban, y cuando se trataba de un libanés o de un judío surgía lo que ahora se conoce como ‘conflicto de intereses’, pues cada quién defendía a sus coterráneos, pero finalmente llegaban al acuerdo de que debían otorgarse las indemnizaciones, que sin embargo nunca llegaron, aseguró el doctor Martínez Assad.

(Concluirá)