Los mercaderes de plata, unos pillos en el México novohispano

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  • Conferencia de la historiadora Guillermina del Valle
  • Por Norma L. Vázquez Alanís

RedFinancieraMX

A finales del siglo XVII y en las primeras décadas del XVIII, los mercaderes de la Ciudad de México controlaban la economía en Nueva España pues, agremiados en un consulado, otorgaban crédito al gobierno virreinal para financiar sus principales gastos, contribuían con dinero para las guerras de España, ejercían funciones fiscales como arrendar el impuesto que se denominaba alcabala -el equivalente al IVA actual-, pero sobre todo contrabandeaban mercancía por el Atlántico y el Pacífico.

Así resumió la doctora en Historia Guillermina del Valle, el papel del Consulado de México en la dinámica económica, tema de la conferencia que impartió dentro del ciclo “Los empresarios en la historia de México. De la colonia al porfiriato”, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), con el propósito de revisar un tópico poco explorado por la historiografía nacional.

Los mercaderes que dominaban la economía novohispana eran los de plata de la Ciudad de México y estaban en la cúspide de la pirámide del comercio porque eran los financieros de los virreyes y de la Corona española. Contribuyeron con grandes caudales para la guerra de sucesión cuando cambió la dinastía de los Habsburgo por la de los Borbones, además de que concentraron los negocios con el exterior pues España restringía el comercio con sus dominios en América y para controlarlo únicamente se hacía por el puerto de Veracruz, en el Atlántico y por el de Acapulco, en el Pacifico.

En los siglos XVI y XVII la Ciudad de México era el centro de un comercio más importante que el europeo, ya que concentraba la plata, en esa época muy importante por ser el bien más requerido por todos los países y personas pues facilitaba los intercambios; si una economía quería desarrollarse, necesitaba tener plata y los mercaderes financiaban la producción de este metal.

Actividad aleatoria, pero productiva

Si bien la obtención de la plata era una actividad muy aleatoria porque se invertían grandes cantidades de dinero en explotar una mina y no necesariamente había gran producción, podía ser que pasaran diez o 20 años y no encontraran nada en la mina, o podían hallar una veta rica, con lo cual obtenían colosales ganancias.

Por ser esta actividad tan incierta, los mineros tenían que recibir el crédito de los mercaderes para poder iniciar las inmensas explotaciones de los minerales, que requerían de cuantiosos capitales porque precisaban del hierro que venía de España, la dinamita, así como gran cantidad de trabajadores y animales.

Los mercaderes les proporcionaban dinero en monedas, pero a cambio recibían la plata en barras, misma que se encargaban de transportar hasta la capital de Nueva España para amonedarlas, explicó la ponente.

En esa época no había una burocracia como ahora, ni un Estado fuerte -la Corona española tenía sólo unos cuantos oficiales reales- y entonces la Casa de Moneda vendía los principales cargos, que estos mercaderes compraban para favorecer la producción de plata; así, ellos la tenían tanto en barras como en moneda para poder comerciar con el exterior.

Por el Atlántico llegaban las flotas de España cargadas de textiles europeos finísimos, de productos de lujo, de comestibles que aquí no había como vinos, especias y semillas, géneros y sobre todo ropa, porque aquí había muy poca manufactura textil; en este comercio ellos eran comisionistas de los negociantes españoles.

Mientras que con el Pacifico el intercambio era muy importante para los mercaderes de plata, pues eran las cabezas de las transacciones y por lo tanto tenían unas ganancias mucho mayores; además si en España la plata se pagaba a un peso, en Asia se retribuía a cinco pesos. China y Japón eran grandes demandantes de plata, además de productores de cantidad de bienes de consumo suntuarios y comunes.

Recordó la doctora Del Valle, quien es autora de numerosos libros especializados en el tema, que la Corona española no permitía que los indígenas ejercieran el gran comercio, por ello los mercaderes venidos de Santander o Vizcaya dominaron el ramo durante el periodo novohispano.

Mercaderes de la plata: financieros del virreinato

Los mercaderes financieros, también llamados banqueros de la Casa de Moneda porque se dedicaban a obtener plata en barras, una parte de la cual acuñaban y otra la conservaban en lingotes, comentó la conferenciante, se financiaban, en una época en que no existía la banca, que es una institución del siglo XIX, con préstamos de otros empresarios importantes, así como mineros en auge.

A fines del siglo XVIII sólo había cuatro bancos de plata, uno de los cuales lo tenía José Retes Largacha, de oficio apartador de metales, es decir, que separaba la plata del oro con la ayuda del mercurio, un insumo muy importante que se traía de España y Perú; otro era Luis Sánchez de Tagle, quien fue nombrado acuñador de las platas del rey, esto es, que toda la plata del monarca por concepto de impuestos, la metía a la Casa de Moneda para acuñarla y ganaba una comisión del tres por ciento.

Estos comerciantes consiguieron que el rey les permitiera constituirse en una corporación que podía ejercer la justicia mercantil, el Consulado de mercaderes de la Ciudad de México, que entre 1683 y 1690 aportó 500 mil pesos para ayudar al virrey a pagar las remesas de mercurio provenientes de Perú y España. Esto creó un vínculo muy estrecho entre la autoridad virreinal y los mercaderes de plata.

Y para que los virreyes les permitieran realizar actos fuera de la ley, los mercaderes de plata les hacían préstamos cuando no había llegado el dinero de las Cajas Reales donde se cobraban los impuestos sobre el comercio y ellos necesitaban despachar de regreso a los navíos que venían de España con todos los impuestos que se habían cobrado en el virreinato. También cuando no había dinero en las arcas para mandar el sostenimiento al enclave que la Corona tenía en Filipinas para comerciar con el Oriente.

El contrabando, otro de sus negocios

De manera que estos mercaderes, a cambio de estos préstamos -a corto plazo y sin intereses- conseguían que si el virrey encontraba que venían mercancías de contrabando, sobre todo en el comercio con Filipinas que daba enormes ganancias a los mercaderes de la plata, pues suspendía su decomiso; lo mismo sucedía con la plata que debía pagar el 20 por ciento de impuesto a la Corona por producción, pero que ellos traficaban sin haber retribuido lo que se llamaba el Quinto Real, que marcaba ese metal con un sello.

Otro de sus grandes negocios era combinar la plata mexicana con la peruana, de forma indebida porque de acuerdo con las ordenanzas de la Casa de Moneda, la plata debía de tener determinada ley, pero los mercaderes, que eran unos pillos, las combinaban y obtenían mejores ganancias porque amonedaban plata mexicana baja junto con plata peruana.

Esta práctica desleal dio lugar a unas quiebras terribles en España pues la plata que mandaban no tenía la ley que decían y en la década de 1730 el rey hizo una reforma para que la Casa de Moneda pasara a manos de los administradores reales y quitó a los mercaderes este negocio.

Pero estos mercaderes de México ejercían comercio ilícito y gran parte de los bienes orientales los mandaban por contrabando a Perú, mientras negociaban ilegalmente con la plata de Perú a cambio de los productos de Filipinas.

Este contrabando se detuvo en 1630 cuando la Corona envió a México un visitador que impuso multas de hasta 300 mil pesos a los mercaderes de plata, quienes luego se desquitaron negándose a hacer donativos de dinero al rey de España y eliminado los préstamos a los virreyes, concluyó Guillermina del Valle, doctora en Historia por El Colegio de México.