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  • Los soldados
  • Por Carlos Ramos Padilla

RedFinancieraMX

El Ejército Mexicano no puede ser rehén de unos cuantos que lo intentan denigrar a razón de los derechos humanos.

El Ejército Mexicano no debe ser burla de guerrilleros y sicarios que se burlan desde su escondite salpicados de impunidad.

El Ejército Mexicano tiene que ser reconocido y darle lo mínimo que merece en una nación que por corrupción y mal gobierno se transformó en una selva llena de asesinos y narcotraficantes.

Son los soldados mexicanos los garantes de la estabilidad y seguridad nacionales. Entendamos, o son policías, menos gendarmes o veladores. Son héroes con uniforme que lo mismo arriesgando la vida en una emboscada que salvando a semejantes en eventos trágicos como sismos o inundaciones.

El Ejército Mexicano no es tiro al blanco en una feria para alegría de los rufianes. Es tiempo que los legisladores, primero ellos, se den cuenta del valor de un Ejército como el mexicano, adiestrado para servir y salvar. Que aquellos que se desgañitan señalando violación a los derechos humanos no se vean obligados a cambiar de opinión cuando uno de los suyos, un familiar, tenga que sobrevivir a un atentado por el adiestramiento castrense.  Que un soldado le genere protección ante el criminal comportamiento de secuestradores o mutiladores.

Requerimos como nación dar respeto a nuestros militares, para que ellos, los informados nos respeten también a nosotros. El General Luis Cresencio Sandoval observa pero califica. Sabe distinguir a los cobardes con corbata o con pistola.

Ha sido claro en sus pronunciamientos y demanda confianza en la Institución. Millones preferimos aplaudir a nuestros soldados que denigrarlos de manera chasca y barata por cubrir sólo intereses mezquinos con fuerte tufo político.

Hoy vemos que esa izquierda contestataria, aquella gritona contra los “verdes” hoy busca reconsiderar su error histórico y generar vitalidad en el Ejército. Si esa es la propuesta, por el bien de Mexico, así tiene que ser porque recordemos que el Ejército es el primer y último escalón de nuestra identidad, seguridad y soberanía.