Nuevo líder del Imperio norteamericano en aras de mayor expansión

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  • Con todo para consolidar el imperio.
  • Por María Manuela de la Rosa A.
  • (3ª y última parte)

RedFinanciera

Hoy toma protesta como el 47º presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y todo el mundo estará expectante respecto a su discurso, en donde definirá su política con mayor claridad, ya que lo ha hecho a través de diversas declaraciones en donde ha dejado claro que pretende hacer “más grande a los EEUU” y claro, no sólo simbólicamente, sino ampliando mucho más su territorio, que si bien actualmente es el 3º ó 4º por extensión, si sus planes logran tener éxito, sería el país más grande del planeta, pero además, el más rico y poderoso; actualmente no sólo se ha anexado  Alaska, que compró por a Rusia por 7’200,000 dólares en 1867, sino que tiene además dos territorios no incorporados, el Estado Libre Asociado de Puerto Rico y  las Islas Vírgenes, así como el Atolón Palmyra, en el Pacífico.

Siendo en sus inicios un vasto territorio ocupado por migrantes europeos, EEUU , que nació siendo el territorio de las 13 colonias, se ha ido expandiendo a lo largo de su historia hasta lograr ser lo que hoy es, la primera potencia mundial, que, digámoslo claramente, su grandeza no se ha logrado por medio de nobles acciones, sino todo lo contrario:

En 1674 los Países. Bajos cedieron el territorio que hoy es Nueva York;

En 1830 la población nativa de Norteamérica fue despojada de sus territorios y aislada en reservas, lo que constituyó un genocidio que acabó con el 96% de la población indígena (aunque esta historia no es privativa de los EEUU, sino una característica de toda invasión a los pueblos originarios a lo largo de la historia humana);

En 1803, siendo presidente Thomas Jefferson, le compró al entonces Primer Cónsul francés, Napoleón Bonaparte, el territorio de Luisiana por 23’213,568 millones de dólares, una vasta extensión que comprendía los territorios de lo que hoy son los estados de Arkansas, Misuri, Iowa, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Minnesota al sur del río Misisipi, gran parte de Dakota del Norte, casi la totalidad de Dakota del Sur, el noreste de Nuevo México, el norte de Texas, una sección de Montana, Wyoming, Colorado al este de la divisoria continental, y Luisiana a ambos lados del río Misisipi, incluyendo la ciudad de Nueva Orleans. Además, la compra incluía partes de las provincias actuales de Alberta y Saskatchewan, en el actual Canadá;

Entre 1819 y 1821 por medio del Tratado de Onís, se fijó la frontera entre EEUU y la Nueva España hasta el paralelo 42º  Norte, en donde España renuncio a sus posesiones  entre e territorio de Oregon, cediendo asimismo la Florida, parte de  Luisiana y la navegación por el Misisipi, quedando la corona española como única soberana de Texas. Este tratado fue ratificado por México en 1832, siendo país independiente y después de la guerra entre Estados Unidos y México, queda fijada la frontera en 1848. Y cabe destacar que entre finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, más de la mitad de lo que hoy son los Estados Unidos, eran territorios que formaban arte del Virreinato de la Nueva España y son los actuales estados norteamericanos de California, Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington, Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma, Luisiana, Florida, Alabama, Misisipi y Alaska;

El 30 de mayo de 1848, como resultado del Tratado de Guadalupe Hidalgo, siendo Miembro Suplente del Gobierno Provisional al frente del Poder Ejecutivo, José Mariano de Michelena, México cede la mitad de su territorio que comprende la totalidad de lo que hoy son los estados de California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada, Utah y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Con esto  México también  renunciaría a todo reclamo sobre Texas y la frontera internacional se establecería en el río Bravo y como compensación, los EEUU pagarían 15 millones de dólares por los daños de la guerra.

Como podemos ver, la historia del “engrandecimiento” de los EEUU ha sido por dos vías: plomo o plata y esta añeja agenda de apropiación de territorios es retomada por el hoy presidente de los EEUU Donald Trump, que si bien estamos en tiempos muy diferentes, vemos como a través de la fuerza o la disuasión, las potencias se apropian de posesiones ajenas, violando soberanías, como hoy podemos ver en Ucrania y en Palestina, donde se libran las guerras más mediáticas.

Canadá.

Con una superficie de  9’984,670, siendo el  2º país más grande del planeta, con una densidad de  población de 4 habitantes por km2, es un territorio muy apetecible, un país altamente desarrollado, con un sistema parlamentario, independiente, pero parte del Reino Unido, así que el rey de Inglaterra es el Jefe de Estado y respecto a los planes de Trump le concierne directamente, aunque no gobierne y aparentemente su cargo sea simbólico, el poder que ejerce el soberano es innegable.

Trump no desconoce que proponer que Canadá se anexione como un estado más de los EEUU traerá sus consecuencias, por lo que no propone una compra ni intenta declarar la guerra, puesto que no existe motivo alguno, pero sí ha definido la ruta a seguir y es a través de la opinión pública, ante un gobierno debilitado con la renuncia forzosa de Justin Trudeau, por lo que la clase política se ha dejado sentir con toda su contundencia. Pero lo que sí es viable es que la renegociación del Tratado de libre Comercio traerá desventajas no sólo para Canadá, sino para México, porque el estilo de  Trump es el golpeteo, la amenaza, los golpes en la mesa para inhibir a su contraparte, lo que le ha funcionado hasta ahora. Y es poco probable que se salga con la suya de incorporar a Canadá, pero sí es probable que logre debilitar a su vecino del Norte, como una señal para el mundo, con nuevos tratos desiguales bajo la amenaza de mayores sanciones o la guerra. Ya se ha pronunciado respecto a la Unión Europea, China y los países al sur de sus fronteras, comenzando con México.

Es un hecho que Canadá tal vez se enfrenta a la mayor crisis de su historia, con un gobierno debilitado y en plena transición, porque si bien el primer ministro ha renunciado, sigue en el cargo hasta que se convoque a nuevas elecciones y no hay gobierno de transición. Si bien este problema ya se venía gestando,  la renuncia de Chrystia Freeland, viceprimera ministra y ministra de Finanzas, fue lo que desató una tormenta que puso en jaque no sólo el liderazgo de Justin Trudeau, sino a toda la administración, agravado por las amenazas arancelarias del presidente Donald Trump, que podrían traer graves consecuencias para Canadá por su dependencia económica de Estados Unidos, que es su principal socio comercial, ya  implica el 75% de su comercio exterior.

La renuncia de Freeland hizo cojear al gabinete y expuso las profundas divisiones internas en el gobierno, donde se reflejan desacuerdos en las políticas económicas, sobre cómo resolver el problema de la inflación que ha sido un tema recurrente, así como las exenciones fiscales y las ayudas sociales de más de 6,280 millones de dólares que se suman al déficit presupuestal. Aunado a ello, el déficit fiscal que se estima en unos 55,000 millones de dólares y eh ahí la gran debilidad de Canadá frente a su vecino.

Durante el gobierno de Trudeau, que inició con alto grado de popularidad, terminó decepcionado al electorado y debilitándose poco apoco hasta verse obligado a renunciar, debido al rechazo de una mayoría por su cada vez más desatinada gestión, que llevó  a una notable inflación, con el aumento del costo de los alimentos, de la vivienda y de la migración, que es un problema global de dimensiones nunca antes vista y en la que los gobiernos lejos de establecer medidas de control para que el ingreso de extranjeros se lleve a cabo de manera ordenada y bajo un plan bien establecido que mantenga el equilibrio interno, ha sido un fenómeno que parece la invasión de miles de indocumentados que llegan a recibir ayudas de los gobiernos y logran desestabilizar no sólo la economía interna, sino generar problemas sociales y de seguridad interior. El desorden y el caos van en aumento, sólo ver lo que sucede en los países más ricos, incluido México.

México.

La 14º potencia económica, el 12º país más rico del mundo y el principal socio comercial de los EEUU, equiparable con China. Rico, con un gran potencial, no sólo en lo económico, sino por su riqueza cultural, por su gran diversidad de culturas, un verdadero mosaico de riquezas culturales, históricas, lingüísticas, etc., siendo en 10º productos de petróleo del mundo; el 1er productor de oro del mundo; 1er productor de tequila; 1er productor de aguacate; 1er exportador de pimiento; el 4º productor de zinc; 5º productor de arándanos; 5º productor de azúcar; 6º productor de carne de res; 6º productor de cerveza; el 7º productor de oro; 7º productor de tomate; el 8º productor de cobre, etc., etc.

Donald Trump no ha dicho que quiere comprar México, ni invadirlo, ni que desea se integre a los EEUU, pero si ha dicho que el Golfo de México debería llamarse Golfo de América, esto es, de los Estadios Unidos de Norteamérica, un juego del lenguaje en el que deja claramente sus intenciones de apropiarse de ese riquísimo territorio nacional.

Y ya antes ha amenazado con deportar a los millones de migrantes mexicanos que viven en los EEUU de manera irregular, pero también a los millones de migrantes de diversas nacionalidades, sobre todo sudamericanos, que han ingresado de manera ilegal en ese país, con lo que generaría, o más bien, generará una gran crisis en México, porque quien pagará la estancia de esos millones serán los mexicanos, no el gobierno de México, sino sus ciudadanos.

Por otra parte ha amenazado con nombrar a las organizaciones criminales, principalmente a los cárteles mexicanos, como organizaciones terroristas, lo que faculta al gobierno norteamericano a combatir el crimen en territorio nacional, para combatir así principalmente el ingreso del fentanilo que tantas muertes causa todos los días por sobredosis y ya es un grave problema social para los EEUU. Tal vez el gobierno de Trump no llegue a invadir militarmente el territorio  mexicano, pero si será una presión mayúscula para el gobierno el combatir con todo rigor el tráfico de drogas y el trasiego hacia los EEUU. Es un hecho que este será uno de los grandes problemas a resolver del actual gobierno.

Y posiblemente se tenga que enfrentar la amenaza del aumento de aranceles, pero México tiene un arma poderosa y es la importancia de su comercio con los EEUU, sobre todo respecto a las importaciones norteamericanas, en donde podría darse la reciprocidad, considerando que estamos hablando de 200 mil millones de dólares de un total de 1,262 mil millones de dólares que exporta EEUU, siendo México su principal socio comercial, por encima de Canadá, China, Alemania y Japón, por lo que para EEUU es importante cuidar esta relación. Así que el mal trato que acostumbra Trump debe moderarse por  interés común.

Y hablando del nombre que pretende dar al Golfo de México, su estrategia propagandista va en el sentido de que ya tiene la mirada puesta en el Golfo, donde se encuentra tal vez la mayor reserva de petróleo del mundo, puesto que es una región (sólo en lo que respecta a la parte mexicana) prácticamente inexplorada y muy poco explotada. En el 2018 se encontraron dos importantes yacimientos, uno, bautizado como Manik, ubicado a 102 kilómetros de Ciudad del Carmen, Campeche y el otro  nombrado Mulach, a 17 kilómetros de Paraíso, Tabasco, certificados con 25,500 millones de barriles. Y el potencial de estos territorios se calcula que podría ser de grandes dimensiones, por lo que es un botín muy codiciado por el magnate norteamericano.

Y cabe mencionar que los yacimientos norteamericanos del Golfo ya casi se han agotado, por lo que la industria petrolera está al acecho de nuevos yacimientos que desea poseer, a la buena o a la mala. El tiempo lo dirá. Por lo pronto, una nueva era de la geopolítica mundial nos espera. Y si México juega bien sus cartas, podría tener grandes rendimientos, al menso para su gobierno, difícilmente para los mexicanos, dada la ideología dominante.