Historia de una crónica novohispana impresa en Bruselas

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  • Conferencia de César Manrique Figueroa (I)
  • Norma L. Vázquez Alanís

RedFinanciera

Un libro sobre la historia novohispana del siglo XVII, impreso en español en Bruselas en 1625, dio oportunidad al doctor en Historia por la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, César Manrique Figueroa, de hablar sobre una minuciosa investigación que realizó acerca de los impresores flamencos de esa centuria y la siguiente.

Se trata del libro Historia de la Fundación y Discurso de la Provincia de Santiago de México de la orden de predicadores, de fray Agustín Dávila Padilla, que es una crónica sobre la formación de la primera provincia de los dominicos en Nueva España.

Su portada -a dos tintas, típica del libro flamenco- tiene la leyenda “Bruselas, en casa de Juan de Meerbeque (Juan van Meerbeecke)” impresa en folio y se considera mejor que la primera edición de esta crónica dominica, editada en Madrid por Pedro Madrigal en 1596 con una portada diferente, pero también en folio, ejemplar que está en la biblioteca John Carter Brown de Estados Unidos.

El doctor Manrique Figueroa, quien participó en el ciclo de conferencias ‘Historia del libro en Nueva España’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) Fundación Carlos Slim, la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), precisó que el volumen impreso por Meerbeque, se conserva en la Universidad de Gante, en Bélgica.

Este ejemplar, dijo el especialista, es una crónica importantísima para la historia religiosa y en general para la historia novohispana del siglo XVI, pues contiene información muy valiosa relativa a la conquista, como la descripción de pueblos indígenas y la narración detallada de cómo se estableció la orden de los dominicos en este territorio de América.

Además incluye la biografía de sus varones ilustres como fray Domingo de Betanzos, fray Julián Garcés, fray Bartolomé de las Casas, fray Tomás del Rosario y fray Domingo de la Cruz, y abarca más o menos del periodo de 1520 a 1592 cuando la terminó de escribir Dávila Padilla.

El texto de este fraile dominico contiene información sobre usos, costumbres y creencias religiosas, noticias muy interesantes sobre lo duro que fue evangelizar en la Florida, los intentos que se hicieron para llegar hasta ahí y lo complicado que resultó; igualmente, los ataques de Francis Drake al Caribe, Santo Domingo y Cartagena en 1585 están escritos muy detalladamente, y para los interesados en la historia de los libros, este autor fue quien dio la noticia de que el primero impreso en América por Juan Pablos fue La escala espiritual de San Juan Clímaco, traducido del latín al castellano por fray Juan de la Magdalena, del  cual no ha sobrevivido ningún ejemplar, pero que gracias a Dávila Padilla se conoció su existencia.

En su plática titulada “Una crónica novohispana impresa en Bruselas”, el doctor Manrique Figueroa refirió que el primer Quijote impreso fuera de España fue justamente el de Bruselas de 1607 y uno de los ejemplares lo tiene el museo Franz Mayer, e indicó que los impresores que trabajaban en esa ciudad estaban muy, o directamente vinculados tanto con la corte como con los cuerpos de gobierno que tenían su sede allí.

También, a principios del siglo XVII se empezó a imprimir en Bruselas, en español, a Cervantes, Lope de Vega y Quevedo, además de novela picaresca, tratados políticos, militares, históricos y devocionales, debido a la influencia que tenían los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto, lo cual propició que esa lengua adquiriera mucha importancia en la localidad.

Si bien en el siglo XVI Amberes era una potencia muy poderosa tanto artística como tipográficamente en los Países Bajos, en particular entre 1520 y antes de su decadencia hacia 1577, comparable con París y Venecia, además de que tenía a Cristóbal Plantino, uno de los impresores más importantes del mundo en esa época, Bruselas era la capital política de los Países Bajos desde la época de Carlos V y estaba ubicada en el poderoso ducado de Brabante.

De hecho, hoy no sólo es la capital de Bélgica, sino de Europa, pues ahí está la sede de la Unión Europea y también de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), así que, políticamente hablando, siempre ha sido una urbe clave dentro de la región.

Bruselas, un significativo centro de impresores flamencos

Para principios del siglo XVII, Bruselas se empezó a colocar dentro de la publicación de libros en español, particularmente con reediciones de autores del Siglo de Oro. Sin embargo, no hubo un gremio de impresores sino hasta 1662 pues antes de esa fecha ellos y los libreros tenían que hacerse lugar en algún otro gremio como, por ejemplo, con los que tenían mercerías.

En Amberes nunca se fundó un gremio de impresores porque pertenecían al de San Lucas -patrono de las Artes- establecido en esa ciudad en el siglo XIV y que agrupaba a pintores, escultores, tipógrafos, grabadores y una veintena de oficios subalternos relacionados con las artes. El gremio de San Lucas existió durante toda la Edad Media.

El doctor Manrique Figueroa señaló que para el siglo XVIII había en Bruselas alrededor de 30 o 40 impresores, que no es poco tomando en cuenta que, en España, una urbe grande podía tener menos de diez funcionando, por lo cual se le consideraba un centro mediano, ya que cada imprenta contaba con dos o tres prensas. El caso de Cristóbal Plantino en Amberes, que en su época de auge llegó a tener 22 prensas trabajando, fue realmente excepcional.

Algo típico de la imprenta flamenca es su calidad, porque el papel, aunque se producía en los Países Bajos, se importaba de la región francesa de Champaña, y la tipografía se considera que era superior, expuso el conferenciante.

La edición de esta crónica de Dávila Padilla impresa en Bruselas, sigue textualmente en su totalidad a la primera edición de España, pero simplifica algunas cosas como, por ejemplo, la tabla de materias que en la de Madrid es muy detallada, mientras en la de Bruselas está un poco más resumida y además quita un anexo cronológico, es decir, que las ediciones flamencas trataban de ser más prácticas.

Asimismo, no incluye la foja de erratas que sí tiene la española porque fue una edición corregida; tampoco contiene la tasa, que es uno de los paratextos que sí lleva el libro español, y el diseño de la portada es totalmente distinto; la edición española tiene un frontispicio clásico y arriba tiene de un lado a Santo Domingo y del otro a Santiago, la información tipográfica está enmarcada en esa cara, mientras que la impresión de Bruselas es superior por la belleza del grabado de la portada que aparece debajo de la información bibliográfica de la edición.

Esta obra de Dávila Padilla también circulaba en Nueva España; los jesuitas tenían un ejemplar y en el inventario del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México está inscrito como “Dávila Padilla fray Agustín, Historia de la Fundación y Discurso de la Provincia de Santiago de México de la orden de predicadores, Bruselas, 1625, uno de folio, apolillado”.

Se especifica que este ejemplar de los jesuitas, en ese momento ya estaba apolillado, lo cual es muy interesante porque el valor del libro se considera dependiendo de su encuadernación o de las condiciones en las que está, indicó el doctor Manrique Figueroa.

(Concluirá)