- Por Octavio Raziel
- Jano
- (Para Lizz, que, en tiempo y forma, terminó su carrera de físico-matemática en el IPN)
RedFinancieraMX
Este mes se inicia un nuevo ciclo de vida, momento cósmico para bendecir a la naturaleza del sol, como si fuera la primera o la última vez que lo viera.
Jano, (Ianuarius, en latín) es el dios con dos caras, el espíritu de las puertas, el principio y el final. El que representa, para los marinos, la llegada a salvo a puerto. Ese es el enero que conocemos.
La llegada del año nuevo se representa con un niño que despide al viejo que se retira en medio de nubes de algodón. Es el nacimiento de este nuevo ciclo la esperanza en el futuro; aunque sean sólo 365 días. Después, dicen los creyentes, Allah Aalam (sólo Dios sabe).
Si hiciera caso de las cabañuelas este será un año de aridez; sequía fresca. Costumbre de los aztecas y los mayas, en México, y de los babilonios en la antigua Mesopotamia, permitían, antes del cambio climático, pronosticar en los primeros doce días el tiempo que vivirían en un año nuestros ancestros.
Habemos quienes el inicio de año nos permite remontar el río de la memoria; momentos que se fueron al fondo de la mente. Cada vez vemos más hacia atrás que hacia adelante. Vamos teniendo más conciencia de que la vida es un teatro y que el teatro es toda la vida; ese espectáculo en que todos sólo somos actores.
Este mes, hace 2018 años, después de un largo peregrinar por el Levante, llegaron los Magos de Oriente (astrónomos o científicos, convertidos en reyes por la nueva secta judía) para celebrar el primer aniversario del nacimiento de Jesús (nació el 7 de enero, pero por estrategias religiosas se cambió al 25 de diciembre) Poco después, María y su hijo huyen a Egipto.
Flores, flores para los muertos. El tiempo es un aliado natural de la muerte y sin muerte no hay vida; “enero y febrero, desviejadero”, dice el viejo adagio popular, y ya llevo tres conocidos que he descargado de mi agenda en sólo unos días. La vida, como el tiempo, es una rueca que gira y gira, y a la que los seres humanos hemos puesto fechas, recordatorios. De los seres que habitamos este planeta, somos los únicos que tenemos conciencia de nuestro estar aquí, y ahora. Mientras esperamos, sólo faltan 348 días para la Navidad del 2019.
Estamos en el medio del invierno, y desde la ventana de la casa donde recibimos el nuevo año se observan, en el espacio comunitario, fresnos de gran altura que descansan sobre una alfombra ocre, variopinta; gruesos como el palo mayor de un barco; mientras que el viento mueve sus ramas ya casi pelonas. A la edad de tres años todo es novedad, y la pequeña Ámbar con cara de asombro me expresa: ¡Mira! Están cayendo hojas como lluvia.