Textos en libertad

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  • Por qué los diputados no deben liquidar a Notimex
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

 

RedFinanciera

En los días faltantes del actual periodo de sesiones del Congreso de la Unión, de aquí al 31 de diciembre, los legisladores federales podrían dar la puntilla al absurdo propósito presidencial de cerrar definitivamente la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, Notimex.

El proyecto de decreto está fechado el 11 de octubre de 2023 y dos días después fue entregado por la Secretaría de Gobernación a la Cámara de Diputados, junto con copia del dictamen de impacto presupuestario emitido por la Subsecretaría de Egresos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

Según este dictamen, la “iniciativa con proyecto de decreto” para dejar a México sin ese importante medio público de información, “no representa gastos adicionales a los recursos autorizados en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2023”, ni afecta otras partidas del gasto público, y por su parte el propio primer mandatario dijo que ya existen los recursos para liquidar al personal.

Y aunque no todo es solamente cosa de pesos y centavos, el expediente seguramente ya fue turnado a las comisiones correspondientes de la legisladora para su revisión, discusión y dictamen, y luego pasaría al pleno para su aprobación. Y entonces sí, adiós Notimex después de 55 años de existencia, los últimos cinco en un penoso escenario con una directiva nombrada en este sexenio y que aplaudió su eventual cierre porque nunca se comprometió con ese organismo. O como se diría coloquialmente, jamás se pusieron la camiseta.

Queda la esperanza de que las comisiones que emitirán el dictamen, primero celebren audiencias para escuchar la opinión de organizaciones de periodistas, representantes de otras agencias de noticias inclusive extranjeras, corresponsales, ex directivos y ex empleados de la propia Notimex, escuelas de periodismo, colegios y académicos e investigadores vinculados con el tema. Las organizaciones donde estamos afiliados: Club Primera Plana, Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo y Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos, no han movido una uña, y pareciera que ésta es una lucha solitaria y quijotesca de nuestra parte.

Hasta ahora han sido escasas las voces de esos grupos y personas; se ha producido un silencio lamentable y hasta los propios trabajadores de la  agencia que sostuvieron una huelga desde el 21 de febrero de 2020 y este año dijeron que su prioridad era defender la permanencia de la institución, que era su fuente de desempeño profesional, ya cedieron a los perversos propósitos gubernamentales y esperan pasivamente su liquidación.

Es necesario reiterar que, desde 2005, Notimex es un medio público del Estado mexicano y no una dependencia del gobierno en turno; eso no importó al propio gobierno federal de donde salió la aberrante decisión de cerrar la agencia informativa sin tomar en cuenta a las demás instancias que componen un Estado.

Cuando en esa empresa paraestatal dejaron que estallara la huelga, quedaron descobijados los periódicos, medios electrónicos y digitales y las diversas instituciones que recibían con una tarifa muy cómoda su servicio noticioso, pero seguramente muy pronto debieron haber resuelto su requerimiento de información al precio que fuera, pues la competencia privada estaba ávida de ocupar ese mercado.

Dice vagamente la exposición de motivos presentada por el gobierno a los diputados, que “existen versiones que atribuyen la creación de la sociedad anónima (o sea Notimex cuando surgió en 1968) a la necesidad de difundir las noticias generadas por las Olimpiadas”, lo cual es rotundamente inexacto pues aquellos juegos pasaron pronto y la agencia continuó su labor informativa.

Una vez más tenemos que recurrir a nuestro libro Notimex: la imagen ‘sexenal’ de México en el mundo (CU-CPP 2019), donde reproducimos la lista de las 21 agencias de noticias que según la Enciclopedia de México cubrieron los Juegos Olímpicos, y en ella no figura Notimex, aunque según otra fuente sí lo hizo y ese fue el primer acontecimiento que cubrió luego de su fundación el 20 de agosto de ese año.

Así lo supimos de voz de uno de sus fundadores, el licenciado Francisco Fonseca Notario, quien además dio estas razones: en la segunda mitad de los años 60, “los medios de comunicación, particularmente algunas agencias informativas y revistas especializadas, de origen europeo, distorsionaban los hechos hasta la exageración o le abonaban un significado opuesto a la realidad, para lograr -con la mentira repetida- el desprestigio y la condena, el rechazo y la desconfianza para México”.

En tal virtud, Notimex “tenía como objetivo central, definido por el Gobierno Federal, reparar el daño, desmentir los infundios, la maledicencia, la intriga mezquina (…) en medio de una lucha desigual y contra el tiempo”, escribió Fonseca. Y además no había acto o personaje de cualquier ámbito dentro o fuera del país que fuera noticia, que no estuviera cubierto por Notimex, particularmente desde que tuvo corresponsalías nacionales y extranjeras desde los años 80 y hasta 2018, cuando comenzó el actual sexenio.

El famoso caricaturista Abel Quezada llamó “una pandilla de desesperados” a quienes fundaron Notimex a instancias del entonces secretario de Gobernación Luis Echeverría, por su intento de ofrecer “la imagen de  México en el mundo” a través de su trabajo periodístico, equipados solamente con “un teletipo desvencijado y un radio de onda corta que había pasado sus mejores días durante la Segunda Guerra Mundial”, pocos reporteros y los servicios mundiales de agencias que ellos consideraban confiables, como Jiji Press y Kyodo de Japón; Tanjug de Yugoslavia, DPA de Alemania, Novosti de la Unión Soviética, Xinhua de China y otras.

El primer director de Notimex fue Enrique Herrera, quien en un aniversario de la agencia dijo mediante una grabación que habían sido un grupo de mexicanos preocupados por la necesidad de que el país ejerciera su soberanía informativa, por lo que era necesario que ojos mexicanos, oídos mexicanos, voces mexicanas, interpretaran la realidad nacional, así como la internacional. Dar a conocer lo nuestro era necesidad impostergable para México, pues “ningún país que se considere serio puede abandonar lo que algún teórico llamó aparato ideológico del Estado”.

Muchos aspectos sustantivos de aquella realidad no han cambiado, y las agencias nacionales de noticias siguen siendo necesarias como “medios públicos” (un tema que merece su propio análisis), aparte de los privados que tienen otros enfoques e intereses mercantiles. Lamentablemente, en estos días también la agencia argentina Télam ha sido puesta en la lista de medios públicos de ese país que pretende privatizar el próximo presidente. Télam fue fundada en 1945 para contrarrestar el control de la información que ejercían las agencias estadunidenses AP y UPI, y es un organismo autónomo con financiamiento propio y del Estado.

Dice la exposición de motivos del proyecto para liquidar Notimex que, gracias al actual “acceso fácil, rápido y sin restricción a la tecnología de la información”, “la labor informativa puede ejercerse sin necesidad de intermediarios como las agencias”, pero si esto fuera cierto, estaríamos viendo también el cierre de AP, Reuters, ANSA, Efe, AFP, Prensa Latina, Tass, Xinhua, Vatican News y tantas otras que tienen presencia nacional, regional y/o internacional.

Existe un Consejo Mundial de Agencias de Noticias que desde 2004 celebra congresos trienales, en los cuales participó Notimex hasta 2016 y ahora investigan a su entonces director por haber usado recursos para asistir. En 2019, ya en este sexenio, por la mentada “austeridad republicana” no le autorizaron a la directora los gastos para ir al congreso de ese año en Bulgaria.

 

En esas reuniones, las empresas noticiosas tanto privadas como públicas discutieron sobre sus nuevos modelos de negocios ante la aparición de las redes sociales donde, es justo aclararlo, interviene gente que no son periodistas y con fines aviesos difunden noticias imaginarias o distorsionadas. También han tratado sobre el riesgo de las noticias falsas generadas por la inteligencia artificial, una amenaza que sólo se puede combatir trabajando juntas todas las agencias.

La multicitada exposición de motivos no toma en cuenta los aspectos conceptuales, solamente los tecnológicos para razonar su pretensión liquidadora y hasta considera que sólo porque hay redes sociales y canales digitales de información, se puede hablar de “un nuevo paradigma en el ejercicio de los derechos constitucionales de libertad de expresión y acceso a la información”.

Son casi los mismos argumentos con que, en los años 70, Estados Unidos e Inglaterra se opusieron al establecimiento de un nuevo orden mundial de la información postulado por la Unesco y terminaron por imponer una definición tecnológica y no conceptual al debate, luego de haberse retirado por un tiempo de ese organismo y dejado de pagar sus cuantiosas aportaciones.

Eso que dice la exposición de motivos, de que ahora “cualquier persona” puede “generar información (y) no sólo las personas que ejercen el periodismo”, es cierto, pero con graves riesgos porque no tienen la formación académica ni la ética que se requieren para difundir con la veracidad, precisión y jerarquización que, entre otras cualidades, se exigen a los profesionales, que para eso cursaron una licenciatura.

Y también es verdad que en nuestros días “los acontecimientos son observados mientras suceden”, aunque no en todos los casos, sólo que para entender correctamente esos sucesos, se precisa de contexto y análisis que los periodistas de agencia o de otros medios deben aportar, además de la información sin engaños.

Nuestros argumentos para justificar la necesidad de una agencia de noticias como medio público y rebatir el argumento oficial de que Notimex “ya cumplió con su objetivo” son muchos, pero basten estos párrafos para descalificar las razones del gobierno para proponer su desaparición.

 

Ojalá que sirvan de algo porque, a nuestro ver, la razón de fondo es que el presidente no quiere a Notimex ni a los periodistas en general, y ha alegado que no necesita de la agencia pues para informar tiene sus “mañaneras”, en un claro desprecio a las funciones integrales que desempeñaba la agencia, y además pasando por alto -reiteramos- que ya no era una institución del gobierno en turno (y el actual se acabará dentro de poco más de diez meses), sino del Estado mexicano.

 

         Este será nuestro último llamado a la reflexión. El tiempo se agota.