Singladura

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  • El entuerto
  • Por Roberto Cienfuegos J. @RoCienfuegos1

 

RedFinanciera

 

 A partir del 2018, cuando la denominada Cuarta Transformación se hizo del poder en México, la oposición política, los adversarios del gobierno de turno según suele llamarlos el presidente Andrés Manuel López Obrador, se ha quedado sin brújula, y peor aún, sin poder resolver el entuerto de la 4T. 

Una de las explicaciones de este fenómeno podría encontrarse en el demoledor golpe electoral recibido hace cinco años, cuando  López Obrador avasalló tras convencer a más de 30 millones de electores de que había llegado el momento de darle un puntapié a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional, que hicieron y deshicieron durante casi 90 años en México, que incluyeron el considerado malhadado periodo neoliberal o tecnocrático de casi cuatro décadas.

Desde entonces, la oposición sigue sin encontrar la brújula. López Obrador sigue en cambio la suya cada mañana en Palacio Nacional o en cualquier otro sitio del país con la matutina. Los resultados de aquel extravío y de una estrategia definida por el poder en turno arrojan un enorme déficit para los opositores, que sólo en julio pasado tropezaron casi de repente con Xóchitl Gálvez, una figura carismática y con luz propia, que animó a priistas, panistas y de ribete a perredistas. Pero una gaviota no hace verano. 

Los tres partidos políticos agrupados en el llamado Frente Amplio por México dan un soporte a Gálvez, pero ésta recorre un camino demasiado delgado entre estas agrupaciones partidistas y los predios ciudadanos. Resulta ya desde ahora muy complicado o empinado si se quiere el camino que deberá recorrer Gálvez, una “self-made woman”, que arrastra un cabús demasiado estropeado en el ánimo nacional. 

Con una poderosa narrativa, el único pero auténtico soporte de sus avances, López Obrador y sus huestes se apropiaron del espacio público, y al mismo tiempo, despojaron de ésta a sus adversarios, críticos o rivales, que no han atinado a otra cosa que a criticar, oponerse y reaccionar al creador de la 4T y sus seguidores. 

Ha permeado a tal grado esa narrativa cuatroteísta que está instalada ya en la psique nacional, incluyendo a quienes la rechazan, trátese de políticos, intelectuales, escritores, líderes sociales, académicos, empresarios y cuánto actor público, aun de relativa relevancia, incida en algún grado en la cosa pública.

A la fecha, no se ve cómo ese cabús que lleva a Gálvez pueda desengancharse, zafarse o liberarse de la prédica, ya casi monótona al iniciar el sexto y último año de este gobierno, para ofrecer una nueva esperanza, así y ésta sea proclamada por Xóchitl. Medio México o más ha caído en el garlito transformador, casi sin percibirlo de manera cabal.

La oposición no ha hecho sino rechazar, criticar, repudiar, pero permanece al margen de proponer o dar un nuevo cauce a un vasto campo ciudadano que sigue sin identificarse con una causa digna de mejor rumbo y destino. Falta una nueva narrativa y no la repetición consabida. 

Como fue antes, ahora la oposición no ha hecho ni intentado siquiera un corte de caja autocrítico, la única posibilidad de enmendar los terribles, graves y ominosos errores que condujeron a su propia derrota y perdición en 2018, y que permitieron el ascenso de López Obrador, su manutención y aún consolidación en el poder que ejerce a plenitud, más por el fracaso de sus opositores, sumergidos en su propio ombligo, antes que en mirar con amplitud la realidad que enfrentan sin saber cómo resolver en beneficio propio y del país entero. Miran sin encontrar la fórmula para deshacer el entuerto de la 4T. 

Antes que esforzarse, la oposición prefiere mirar a corta distancia una serie de objetivos menores para mantenerse en sus reducidos feudos cada vez más pequeños. También atemorizados por sus propios futuros inmediatos, deciden saltar al buque guinda, en donde creen podrán salvarse del hundimiento total. Son políticos menores, sin visiones altas y profundas, se conforman con sus islotes de presunto poder, sin capacidad alguna de ver a un país sujeto a un influjo socarrón, altanero, pero sobradamente solvente en una narrativa que en algún punto será insostenible y perniciosa, pero que sigue convenciendo a millones a cambio de algo en sus bolsillos.