Textos en libertad

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  • Pablo Neruda, el poeta que no descansa en paz
  • Por José Antonio Aspiros Villagómez

 

RedFinanciera

 

Las fiestas patrias no han terminado,

 

falta celebrar la consumación de la Independencia

 

 

 

El 23 de septiembre se cumplirá medio siglo de que falleció Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto (1904-1973), el diplomático, político, militante comunista y poeta chileno que, con el nombre ya legalizado de Pablo Neruda, ganó en 1971 el Premio Nobel de Literatura.

 

Uno de sus poemas más destacados o tal vez el más importante es Canto General, que publicaron en México en 1950 los Talleres Gráficos de la Nación, pues estuvo asilado aquí durante algún tiempo por la persecución de comunistas en su país. Una edición clandestina de la obra circuló en Chile al poco tiempo.

 

También se le conoce por sus 20 poemas de amor y una canción desesperada, que escribió a los 20 años y donde el más popular se titula Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

 

La versión de 532 páginas del Canto General que se consigue en file:///C:/Users/anton/Downloads/canto-general–0%20(1).pdf, fue escrita a partir de 1938 y terminada el 5 de abril de 1949: “Así termina este libro, aquí dejo / mi Canto general escrito / en la persecución, cantando bajo / las alas clandestinas de mi patria”.

 

Es un himno dedicado a Latinoamérica, a sus lugares y sus personajes, a sus luchas libertarias desde que llegaron los conquistadores europeos: “Los carniceros desolaron las islas. / Guanahaní fue la primera / en esta historia de martirios”.

 

Y luego de las islas caribeñas, llegaron a tierra firme donde ahora hay un país llamado México: “A Veracruz va el viento asesino. / En Veracruz desembarcaron los caballos. / Las barcas van apretadas de garras / y barbas rojas de Castilla”.

 

La muerte de Neruda ocurrió 12 días después del golpe militar contra el presidente Salvador Allende en septiembre de 1973. “La poderosa muerte me invitó muchas veces: / era como la sal invisible en las olas, / y lo que su invisible sabor diseminaba / era como mitades de hundimientos y altura / o vastas construcciones de viento y ventisquero”, había escrito cinco lustros antes en Canto General.

 

Su libro de memorias Confieso que he vivido fue publicado póstumamente y, en él, alcanzó a mencionar y condenar el golpe de Estado de los militares pinochetistas. Hay que recordar que Neruda, quien ya había sido senador, renunció a su candidatura presidencial por el Partido Comunista en 1970 para apoyar la de su amigo Salvador Allende, postulado por la coalición izquierdista Unidad Nacional.

 

         Según la autopsia oficial, Neruda, de 69 años, murió de cáncer de próstata con metástasis en la clínica privada Santa María, de Santiago, donde fue internado cuatro días antes por su esposa Matilde Urrutia y su ayudante Manuel Araya Osorio, pero porque padecía de flebitis en una pierna.

 

Y según se supo entonces iba a viajar asilado a México al día siguiente, ya que era una de las figuras más repudiadas por los soldados golpistas, al grado de que habían allanado su casa de Santiago donde causaron destrozos, quemaron sus libros y cortaron la luz.

 

Por ello su velorio fue a oscuras y lo inhumaron en el Cementerio General en presencia de decenas de simpatizantes suyos que osaron correr el riesgo de irritar a los uniformados; se sabe que muchos fueron después ‘desaparecidos’. Neruda había dispuesto por escrito en su Canto General, que cuando muriera lo sepultaran en Isla Negra, “frente al mar que conozco”.

 

Pero no fue así, al menos esa vez, ya que tuvo cuatro sepulturas, la última de ellas esa sí en Isla Negra, una localidad de Valparaíso donde el poeta tenía otra casa, la más apreciada y que menciona el escritor también chileno Antonio Skármeta en su novela El cartero de Neruda. Ahí escribió Neruda parte de su obra y contaba con una considerable biblioteca.

 

Según las diversas versiones periodísticas consultadas entre 2016 y el año actual, el 24 de septiembre de 1973 el cuerpo del poeta fue llevado al mausoleo de la familia Dittborn, la que luego solicitó su reubicación porque, como dice una nota de la BBC, “no era un muerto bien mirado por el régimen”. De manera que el 7 de mayo de 1974 lo trasladaron “a un nicho en uno de los sectores más populares del cementerio”, conocido como sector México.

 

Por fin, tras el retorno de la democracia en Chile y cuando ya había fallecido la viuda de Neruda, ambos fueron exhumados el 11 de diciembre de 1992 y reinhumados un día más tarde en la casa de Isla Negra… de donde los restos del poeta volvieron a salir el 8 de abril de 2013 y llevados a Santiago para cumplir con una orden judicial y determinar las causas reales de su muerte.

 

Porque, como es ya muy sabido, en 2011 Manuel Araya declaró a la agencia de noticias AP que el político había sido envenenado y no víctima del cáncer, pues telefónicamente le dijo “vénganse rápido porque yo estaba durmiendo y un doctor me puso una inyección en la guata (estómago), tengo mucho dolor y tengo calor”. Luego murió.

 

Así que, tras una denuncia del ya rehabilitado Partido Comunista chileno, expertos forenses de varios países practicaron nuevos estudios del cadáver con resultados en uno u otro sentido, pero la Fundación Pablo Neruda siempre apoyó la versión del cáncer, los familiares del poeta tuvieron diferencias al respecto, el juez autorizó en 2016 la reinhumación aun sin haber concluido los peritajes, y el 26 de abril de ese año los restos regresaron a Isla Negra.

 

Pero los restos del poeta todavía no descansan en paz. En febrero pasado un sobrino de Neruda, Rodolfo Reyes, informó que un nuevo análisis científico que luego se divulgó formalmente, avalaba la teoría del asesinato por medio de una bacteria que había sido encontrada en su cuerpo.

 

Después de eso ya no hay más noticias, aunque el cáncer de próstata que padecía Neruda sí era real y lo había obligado a renunciar meses antes de su muerte al cargo de embajador de Chile en Francia. Ahora no sabemos si es más conocido por su obra poética, de la cual tuvimos un disco grabado por él, o por tantas vicisitudes después de muerto.