- Por Norma L. Vázquez Alanís
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Durante todo el periodo novohispano y hasta 1844, cuando llegaron a México las Hijas de la Caridad, en este país todos los conventos que hubo fueron de monjas contemplativas de estricta clausura, aseguró Concepción Amerlinck, doctora en Historia del Arte por la Universidad Hispalense en Sevilla y la Complutense en Madrid, al presentar su trabajo ‘La fundación de congregaciones apostólicas femeninas de vida activa, una respuesta a problemas sociales en México, siglos XIX y XX’.
Este tema ha sido realmente poco estudiado y hay muchas instituciones que se formaron en el periodo mencionado y aún siguen operando, comentó Amerlinck, cuyas líneas de investigación están relacionadas con el arte y la cultura del periodo virreinal en México y Guatemala, al cerrar el ciclo de pláticas sobre la vida conventual femenina en la Nueva España, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim.
La primera congregación apostólica femenina de vida activa que hubo en México fue la de las Hijas de la Caridad, que llegó a Veracruz el 11 de septiembre de 1844 y a la ciudad de México el día 15 y fueron bien recibidas por todas las autoridades tanto civiles como eclesiásticas. Fue en los días que el liberal José Joaquín de Herrera asumió de manera interina la Presidencia de México y después fue ratificado por el Congreso.
Precisó la historiadora que se trata de una sociedad de vida apostólica fundada en 1633 en París, Francia, por san Vicente de Paul y santa Luisa de Marillac; en 1655 la aprobó el cardenal de Retz (Jean François Paul de Gondi), arzobispo de París, y en 1668 recibió la aceptación pontificia del papa Clemente IX.
Ellas podían circular libremente para atender hospitales, asilos, obras de caridad y escuelas, a diferencia de las monjas, que eran contemplativas y vivían en estricta clausura pues no salían, ni vivas ni muertas, ya que allí mismo las enterraban en el coro bajo y únicamente lo hacían para fundar otro convento.
Estas hermanas, que por confusión se han considerado como monjas, hacían votos simples; cada año prometían pobreza, castidad y obediencia, después de ese lapso podían renunciar a ellos porque eran temporales, no para siempre como los de las monjas profesas en conventos hasta su exclaustración en la época de la Reforma.
La doctora Amerlinck relató que, junto con esta congregación apostólica femenina, llegaron también los misioneros vicentinos, quienes además de dirigirlas hacían su propia labor evangelizadora, que fue muy importante y poco se conoce; su labor fue siempre muy apreciada ya que administraron el hospital de San Juan de Dios y algunos otros de la ciudad, abandonados cuando las ordenes hospitalarias fueron suprimidas por las Cortes de Cádiz.
Como no podrían realizar solos el trabajo, formaron seglares que los ayudaran y solicitaron más personal, llegaron hermanas y misioneros, muchos de ellos sacerdotes y se inició la construcción de un colegio que iba ser para mujeres, conocido como de “Las Bonitas”, además de una iglesia dedicada a san Vicente de Paul. El templo fue muy importante y el colegio muy amplio, pues tenía cuatro patios en torno a los cuales había habitaciones para las religiosas, que tenían un oratorio propio, para el colegio y para los padres; se concluyó en 1853.
Las Hijas de la Caridad se encargaron de otros hospitales como San Pablo, San Andrés, el Espíritu Santo y el Divino Salvador, mientras que en Puebla se ocuparon del orfanatorio de San Cristóbal que era para niños y del hospital de San Pedro; se fueron extendiendo por el país y propiciaron el surgimiento de las Hijas de María, una asociación de caridad que fue muy importante.
Recordó Amerlinck que, a mediados del siglo XX, en los colegios de monjas se inculcaba a las alumnas ser Hijas de María; era algo casi honorifico, se les ponía la medalla y eran muy activas como asociación.
Expulsión de las Hijas de la Caridad
Después de que en febrero de 1861 se decretó la reducción de los conventos femeninos, que produjo la supresión de algunos de ellos y la aglomeración de monjas de distintas ordenes en recintos de otras con la refundición de las comunidades religiosas. En 1875, durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, las Hermanas de la Caridad fueron expulsadas de México.
Aunque no eran monjas, el gobierno consideró que vivían en comunidad y hacían votos voluntarios por lo cual se les debía aplicar la misma ley que a las religiosas de clausura; como no quisieron renunciar a sus votos tuvieron que abandonar el país y salieron hacia Cuba donde tuvieron presencia significativa, Francia, o diferentes naciones europeas.
En ese lapso las Hijas de María tomaron el lugar de las Hijas de la Caridad en los hospitales y luego muchas de ellas profesaron como religiosas de algunas congregaciones, explicó Amerlinck. En 1869 llegaron a ser 25 mil 862 en todo México, de ahí salieron 600 vocaciones de religiosas de vida apostólica activa, que se dedicaban a hacer caridad todavía en el siglo XX.
Parece que ahora la caridad pasó de moda, o al menos ya no se menciona con este nombre, no se habla de señoras que hacen caridad, ya ha cambiado hasta el lenguaje, comentó.
Asimismo, prohibieron que todos los colegios religiosos fueran administrados por sacerdotes y terminó la educación que había estado en manos de los jesuitas y de las órdenes religiosas; después vino la Constitución de 1917 con su artículo tercero que decretaba educación obligatoria, gratuita y laica; luego incluso se trató de imponer la educación socialista, lo cual no gustó a muchas personas. Laicos comprometidos y algunos sacerdotes respondieron impulsando otro tipo de colegios y crearon instituciones de beneficencia para la población necesitada.
Nuevas necesidades sociales
Tras la persecución religiosa (1926-29) surgieron nuevas necesidades en la sociedad que fueron atendidas por las congregaciones religiosas, como la de las Hermanas Josefinas, precursora entre las muchas familias religiosas de votos simples que se establecieron en México y que empezaron a actuar como comunidad desde el último tercio del siglo XIX, después de la expulsión de las Hijas de la Caridad, hoy día tienen varios colegios, el más grande en San Luis Potosí.
Otras son las hermanas franciscanas de la Inmaculada Concepción, que en la Ciudad de México tienen un gran edificio con una iglesia amplia en la calle de ‘La otra banda’ en Álvaro Obregón, donde han acogido a las monjas contemplativas a las que antes sólo recibían para los actos generales que hacen para que las órdenes se conozcan, pues siempre vivieron separadas porque cada casa conventual era independiente; ahora las reúnen en cursos y les enseñan teología.
Están las Hijas de María de Guadalupe, congregación fundada en Jacona, Michoacán en 1873 por el padre José Antonio Plancarte y Labastida, quien creó una escuela para niñas pobres y huérfanas, además construyó el templo expiatorio de san Felipe de Jesús, que tiene siempre expuesto al Santísimo, en la calle de Madero donde fue una antigua capilla grande del convento de san Francisco. Asimismo, las Hijas Mínimas de María Inmaculada, creación del padre Pablo de Anda Padilla, y las Hijas del Sagrado Corazón de Jesús y Santa María de Guadalupe, establecidas por el padre José Anastasio Díaz López, quien creó un asilo, un internado, escuelas y talleres; ahora editan un boletín cuyo título se forma con las iniciales de sus dos nombres, José Anastasio, y letras de sus apellidos, Díaz y López, “JADILOP” en el que dan a conocer todos sus apostolados.
A manera de conclusión, la doctora Amerlinck se preguntó si se ha olvidado ese compromiso social, cristiano, humano, simplemente de derechos humanos que fomentaron estas congregaciones dedicadas a la caridad. Dijo que este trabajo lo realizó a solicitud expresa de la Universidad Pontificia, la cual en algún momento lo publicará.
Por último, el director del Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim, el doctor en historia Manuel Ramos Medina, hizo notar que se trata de una investigación valiosa porque recupera la memoria de estas congregaciones fundadas la mayor parte en la segunda mitad del siglo XIX y que se hicieron fuertes en el siglo XX.