Entresemana

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  • Más mezcla, maistro
  • Por Moisés Sánchez Limón

 

RedFinanciera

 

–Y me vienen a la memoria mis maestras, mis maestros, yo estoy aquí por ellos, por mis maestras y por mis maestros–, dijo sin rubor el licenciado presidente.

 

¿Qué le enseñaron sus maestras y maestros?

 

¿Qué aprendió de Enrique González Pedrero?

 

¿Qué le confió Ignacio Ovalle Fernández?

 

¿Qué aprendió de aquella sabia y politizada generación de maestros que dictaba cátedra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la década de los años 70?

 

Bueno, bueno.

 

Mire usted. Quizá y sólo quizá, el licenciado presidente recordará que en aquellos años de 1971 y hasta 1976 cuando, dice, dice, que concluyó sus estudios universitarios, se la pasaba en la cafetería de la Facultad grillando con la mirada puesta en el gobierno de Tabasco.

 

Tal vez algo aprendió de su condiscípulo Óscar Cantón Zetina, hoy diputado federal de Morena que antes fue honorable priista y cuya mirada permanece puesta en la Quinta Grijalva porque quiere ser gobernador de Tabasco.

 

Dicen los que saben de estos asuntos políticos, hablando de mujeres y traiciones –Martín Urieta dixit—que a González Pedrero traicionó y a Nacho Ovalle lo ha perdonado en grado superlativo por aquellos acuerdos que se firman en la memoria.

 

Aunque la memoria no es garantía de juramento porque en política suelen romperse pactos de sangre, hermandades y compadrazgos.

 

Tal vez por ello, porque le remuerde la conciencia haber abandonado al poeta Carlos Pellicer, quien como senador lo empleó ayudante. Por eso hoy el reconocimiento y las loas.

 

Pellicer como González Pedrero, se llevaron a la tumba un vasto expediente del proceder de Andrés Manuel.

 

Pero, pero…

 

Que se sepa, en ningún momento del México del siglo pasado y del contemporáneo, los maestros, las maestras, enseñan y han enseñado a traicionar ni ser desleal, mucho menos mentir para triunfar.

 

Así que: “¿yo estoy aquí por ellos, por mis maestras y por mis maestros?”

 

¿En serio?

 

No mentir, no robar, no traicionar al pueblo, invoca el dueño del poder en México como la máxima para gobernar.

 

Pero…

 

La impunidad, galopante impunidad en la administración de eso que llaman a 4T, encubre a los pillos como esa banda de cuello blanco comandada por el intocable Ignacio Ovalle Fernández que sangró a Segalmex con más de 18 mil millones de pesos –oficialmente se admite que son poco más de 15 mil millones de pesos–.

 

Y el licenciado López Obrador miente al pueblo bueno diciéndole que sus hijos no son corruptos y hasta la filósofa Layda Sansores dice que son muchachos bien educados.

 

Pero estos muchachos rubicundos, honestos, cultos, bien vestidos, figurines de Vogue que viajan en primera clase y beben champaña y son prósperos empresarios chocolateros que hasta el 1 de diciembre de 2018 ignoraban a qué se dedicarían para ganarse el pan de cada día, hoy destilan vida Fifí.

 

“Mis hijos no son corruptos”, alzó la voz el licenciado.

 

Impunes, los muchachos, porque su señor padre, el honesto y culto hijo pródigo de Macuspana no moverá un dedo contra ellos.

 

Impunidad que puede derivar en asociación delictuosa cuando se encubre al secretario de la Defensa Nacional, el general de división Luis Cresencio Sandoval González, a quien se le ha documentado enriquecimiento explicable si se toma en cuenta que es el jefe de las Fuerzas Armadas hoy beneficiarias del presupuesto multimillonario que le otorga manga ancha para realizar obras y dar contratos sin licitación a los cuates, a los amigos de la familia.

 

¿Alcanza el salario del general secretario para comprar un humilde departamento a un costo de 9 millones de pesos, cuando en la zona un inmueble de esa naturaleza se cotiza en más de 30 millones de pesos?

 

Y ni qué decir de los onerosos viajes del divisionario y su familia y compadres y amigotes en aviones militares o de línea en primera clase a Europa y Medio Oriente, o humildemente a Cancún para pasar el fin de semana. Todo con cargo al erario público.

 

¡Recórcholis, Drakko!

 

¡Ah!, pero hay que perseguir a los opositores.

 

Hay que injuriar, descalificar y humillar a la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Lucía Piña Hernández,  porque ha incurrido en el pecado de impartir justicia sin banderías, porque no se suma a la pléyade que se inclina frente al licenciado presidente y hace hasta lo imposible por quedar bien y oficiosamente desde el Congreso de la Unión le confeccionan trajes a la medida.

 

Por cierto, bien cortados sus trajes de cashmere, aunque la percha no los luce ni con las camisas de hilo egipcio y las corbatas de seda. ¿Pobreza franciscana?

 

Traición al pueblo bueno, señoras y señores.

 

Usted juzgue y si puede, como acto de sacrificio, vea y escuche la mañanera para contar el número de mentiras que se despacha impunemente el licenciado Andrés Manuel I, jefe de jefes, oligarca número 1 del país que engaña con un billete de 200 pesos y se asume fiel seguidor de la pobreza franciscana, aunque se documentó que mensualmente gana más de 400 mil pesos.

 

Y no agregue usted lo que cuesta mantener el Palacio, su Palacio…

 

¡Ah!, pero, caray, se negó a vivir en la residencia oficial de Los Pinos porque era mucho lujo. No, pos sí.

 

Y he aquí que los pinches reporteros de los inmundos pasquines, son el pretexto para insultar y descalificar a la prensa mexicana, igual lo hace con la prensa extranjera que critica a su gobierno y dedica reportajes y artículos varios en los que se demuestra que aquella invocación de no mentir, no robar es demagogia.

 

Le platico.

 

Rumbo a los elevadores en un hotel de Monterrey, Nuevo León, un reportero se acerca y le pregunta.

 

-Presidente, ¿qué opinión tiene en relación con las críticas por las emisiones de la refinería?

 

-¿De qué periódico eres tú?

 

-Periódico Reforma, periódico El Norte.

 

-¡Ah! Son muy mentirosos ustedes…calumniadores y corruptos.

 

Y se escurre, evita la respuesta concreta a una pregunta directa.

 

Va otra.

 

–Presidente, buenos días. Pedro Villa y Caña, del periódico El Universal.

 

Presidente, preguntarle cuál es el reporte que se tiene del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado. En marzo pasado un alto directivo del instituto, el encargado de los recursos materiales fue señalado, fue denunciado por pedir 30 por ciento de moches a trabajadores para que pudieran seguir trabajando en esta institución, hoy damos a conocer en el periódico que…

 

–¿Cuál periódico?—pregunta el licenciado Andrés Manuel, en la mañanera en Palacio Nacional.

 

–El Universal—responde el colega, aunque ya se había identificado.

 

–No, no, no. Es El Universal, que es muy sensacionalista, alarmista y está en contra de nosotros, entonces no informa, manipula.

 

–Son auditorías públicas hechas por el propio Órgano Interno de Control—insiste el colega.

 

–No hay ningún problema, te lo puedo garantizar, ningún problema (…). No hay ninguna irregularidad en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado; al contrario, se han recuperado muchos bienes que se han entregado en beneficio de la gente– ataja Su Alteza Serenísima y se alza como el gran juez y exonera con la dialéctica personal.

 

Y aprovecha para responder a la que llama mentira, en alusión a lo publicado en El Universal y otro medio, respecto de las nadadoras que triunfaron en Egipto sin apoyo oficial,

 

–Proceso—le sopla el escritor y poeta Jesús Ramírez.

 

–¡Ah, Proceso! Fíjense que en otro tiempo era otra cosa, y ahora es pasquín del conservadurismo.

 

¿Por qué encubrir a Ana Gabriela Guevara Espinoza, directora de la Conade?

 

El dueño del poder se blindó con los altos mandos de las Fuerzas Armadas como socios para transitar su administración sin el sueño alterado. ¿Más mezcla, maistro? Digo.

 

sancheslimon@gmail.com   www.entresemana.mx   @sanchezlimon1