La costumbre del poder

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  • La ley como objeto
  • Por Gregorio Ortega Molina

RedFinancieraMX

*Pero se echaron para atrás, optaron por la restauración y dejan en el olvido la esencia del auténtico cambio: reforma del Estado y IV República

Enfrentamos ya un verdadero dilema: ¿moral o virtud? Colocan a los mexicanos ante esa opción, porque el líder y su proyecto -como los líderes anteriores con sus programas- convierten a la ley en objeto de trueque y la coloca por encima de la justicia, o la utiliza para administrarla a modo, ¿o qué es la toma de decisiones en una consulta “popular” dirigida?

De un reflexivo texto de Soledad Loaeza para El País, destaco lo siguiente: “En estas condiciones a los ciudadanos toca mirar atónitos e indefensos una tramoya que no tiene nada de espontánea. Parecería que en realidad los pactos siguen siendo la base de una continuidad que López Obrador y Peña Nieto mostraron al mundo cuando el presidente electo invitó a comer a su casa a su antecesor para agradecerle ‘todas sus atenciones’. Aunque todo sugiere que Andrés Manuel tuvo más atenciones hacia Peña cuando declaró que no perseguiría a los corruptos, incluso si eso supone violar la ley.

“Desde su elección en julio pasado, López Obrador ha retomado el discurso populista tradicional que ve en el pueblo solo bondad, pureza y sabiduría, y se presenta él mismo como su servidor, como un simple ejecutor de sus decisiones. Pese a que siempre supimos que López Obrador cojeaba de ese pie, durante la campaña electoral de 2018, moderó actitudes y palabras para conjurar el riesgo de que sus adversarios lo denunciaran como un peligro para México”.

Considerar detenidamente las palabras de Soledad Loaeza es de la mayor trascendencia. A los electores triunfantes y a quienes participan en las consultas populares, los han convertido en comparsas de una impostura, más que de una tramoya, en la que disfrazan las verdaderas intenciones en un cristianismo acedo, que ya no despierta inquietudes y mucho menos pasiones.

Simone Weil, que era entendida en el tema, escribe en El desarraigo: “La doble moral es un escándalo mucho mayor si en vez de tener ante los ojos la moral laica, se piensa en la virtud cristiana, de la cual la moral laica es, por lo demás, una mera edición para un público amplio, una solución diluida. La esencia, el sabor específico de la virtud cristiana, consiste en la humildad, en el movimiento libremente consentido hacia abajo…

“… pero cuando la patria exige el sacrificio supremo, esa misma separación (moral-virtud) priva al patriotismo de la plena legitimidad, lo único capaz de suscitar el esfuerzo total”.

Pero se echaron para atrás, optaron por la restauración y dejan en el olvido la esencia del auténtico cambio: reforma del Estado y IV República.

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